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FANTASÍA OLVIDADA ENTRE LOS LIBROS


Biblioteca Manuel Feo la Cruz

Durante al menos un año de mi niñez, recuerdo una rutina que no podía faltar cada vez que me dirigía al centro de Valencia: mi padre se estacionaba detrás del Teatro Municipal de Valencia, me bajaba del carro, y el primer sitio que quería ver era el edificio con grandes columnas en la entrada, atravesar las puertas de hierro adornadas con figuras geométricas que dejaban espacio para apreciar la parte de adentro del sitio, que arriba de estas mostraban el nombre del lugar: “Biblioteca Manuel Feo La Cruz”, luego daba unos pasos y giraba directo a la derecha para entrar a la zona de niños y pasar un rato agradable junto a mis padres y mi hermana mientras leía algunos de los libros del estante.


Todos esos recuerdos que me llenan de alegría me hacen pensar en una cosa: ¿por qué dejé de ir? No sé en qué momento mi emoción por ese lugar se esfumó, así que, con la excusa de realizar esta redacción, decidí explorar mis recuerdos y el de conocidos en busca de algún tipo de respuesta.


Como ya ha pasado mucho tiempo desde el inicio de su historia, es algo lógico saber que no es posible encontrar a una persona viva en la actualidad que pueda contar su experiencia con la biblioteca en sus primeros años, así que me di a la tarea de investigarlo por mi cuenta, algo que me ayudaría a conectar más con el sitio. Desde su fundación en el año 1875 como Biblioteca Pública del estado, esta tuvo un inicio diferente al de otras instalaciones, debido a que no contaba con una sede propia. Al encontrase en un constante cambio de sitio, costó un tiempo para que la biblioteca marcara la identidad que tiene actualmente.


Todo esto comenzó a cambiar lentamente en el año 1966 que, a casi un siglo de su fundación, se lo otorgaría un nombre en homenaje a un doctor carabobeño, y desde ese momento, la conoceríamos como la Biblioteca Manuel Feo La Cruz. Las cosas continuaron con un buen rumbo, con la creación del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional en 1975, esta comenzó a formar parte de la Red de Bibliotecas Públicas Estadales, con tal avance ya se podía sentar la bases para conseguir una sede definitiva


El 30 de abril de 1987, en el casco de la zona cultural del centro de la ciudad, en la Av. Carabobo c/c Libertad, detrás del Teatro Municipal. Se fundó una edificación de 6 mil metros, con grandes paredes cubiertas por vidrios oscuros, unas columnas enormes que sostenían un techo en la entrada y unas esculturas y arboles a sus alrededores para armonizar el lugar, son unos de los detalles principales que vuelven a la biblioteca un lugar reconocible para cualquier valenciano. Ya por fin, después de un siglo lograría obtener su sede oficial, que se mantiene hasta la fecha.


Para trasladarme a sus primeros años, les pregunté a mis padres sobre sus experiencias en este lugar durante los años 90, días donde la conexión a internet no existía y la mejor forma de conseguir información era a través de las bibliotecas. En las ocasiones que asistieron, recuerdan al gran sitio lleno de personas de distintas edades que entraban, realizaban sus tareas, estudiaban y disfrutaban del resto de las instalaciones, era muy transitado, y pues bien merecido que tenía todo ese apogeo: un área con más de 10.000 libros a la orden del público, lleno de esculturas y obras expuestas dentro, con un ambiente tranquilo transmitido por sus paredes pintadas de blanco, era el espacio ideal para relajarse y estudiar. Fueron muy buenos años para el recinto.


Y regresamos a mi infancia, en el 2009, cuando aún hacía mi rutina de ir a la biblioteca. Durante la exploración de mis recuerdos, me percaté de una cosa, y es que en todas las ocasiones que asistí a este lugar, jamás llegué recorrer otra parte de la biblioteca. Supongo que, al ser un niño, solo me interesaba la sala con los estantes de color rojo, las mesas pequeñas y los animales y paisajes pintados en las paredes, tanta era esta atención que me hacía ignorar el resto del lugar. Y aunque alguna vez tuve curiosidad por ver que había subiendo las escaleras, lo dejé como una fantasía que cumpliría cuando estuviese más grande y fuera capaz de leer libros más complejos, pero nunca pude cumplir esa fantasía.


Y después de todo esto pude recordar lo que probablemente me alejó en primer lugar: las computadoras: en mis últimos recuerdos habían computadoras nuevas con acceso a internet en la zona de niños, y pasé de leer mis libros favoritos a buscar juegos en línea, posteriormente, tuve un computadora en mi casa con internet, por lo que ya no necesitaba jugar en otros, sumado a esto, cada vez que trataba de ir a la biblioteca, esta estaba cerrada por distintas razones, y pues, con nuevas formas de entretenimiento, siento que llegó un punto en el que el interés simplemente desapareció.


Me tomó más de diez años recordar esa fantasía de niño que se sumergió dentro de mis pensamientos hasta llegar al fondo y casi desaparece por completo. Me gustaría pensar en cómo serían las cosas si hubiera asistido constantemente, pero ya es tarde para eso, lo único que puedo hacer ahora es decidir si quiero revivir es rutina, o solo dejarla como un lindo recuerdo.


Aun no sé bien lo que decidiré, pero lo que si deseo es pronto tener la posibilidad de volver a observar las grandes columnas de la entrada, las esculturas, atravesar las puertas de hierro, pero esta vez, llegar a pasar más allá de esa puerta a la derecha con la zona de niños, y subir las escaleras para poder apreciar por mi cuenta las distintas áreas que hay en los tres pisos, ver todos esos estantes con largas filas de libros, apreciar las obras expuestas y quien sabe, asistir a uno de sus eventos. Ya después pienso en si volveré otra vez.



Conocidos describen con tristeza las condiciones actuales de la biblioteca, no porque se encuentre descuidada, sino por la falta de interés en las personas por asistir. Pasar por la entrada y solo ver al vigilante de turno deambulado ante la falta de público, es algo difícil de escuchar. Pensar en la tranquilidad del sitio antes me hacía sentir paz, pero ahora, el pensamiento se transforma en un silencio inquietante gracias a la soledad.


Una biblioteca con tantos años de historia, que tuvo que esperar un siglo para tener su propia sede y que en la actualidad se mantiene como una de las más importantes del estado, es imposible que no sea tomada como un icono de la ciudad, pero de nada sirve que lo sea si solo se toma en cuenta para los aniversarios o fechas especiales. Aunque con los avances del internet las personas tiene un acceso inmediato a la información, creo que vale la pena asistir al menos una vez a un sitio lleno de cultura, y así sentir la fantasía única de los libros.


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